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TEXTOS

LA SLMQG  NO PUEDE ACOGER UNA OBRA TAN AMPLIA Y COMPLEJA DE UN ARTISTA DE LA TRASCENDENCIA DE WILLIAMS 

Escribe Luis Lama

La muestra de Armando Williams, [Revisión. Obras de Armando Williams (1980-2016) Sala Luis Miró Quesada Garland], curada por Augusto del Valle, es la acertadísima revisión de un artista que representa a la perfección nuestro zeitgeist  a partir de los años de la Asamblea Constituyente, cuando teníamos un espíritu mas colectivo que se manifestó en primer lugar con Paréntesis y posteriormente con el grupo de Signo x Signo que él integraba con otros artistas y estudiantes de arquitectura. La acción con la cual se dio a conocer “Lima en  un árbol” tuvo una repercusión considerable en el medio cultural, porque entre otras cosas fue precursora de las demás acciones que reunían las preocupaciones del arte y la urbe.
“Se trata de una interrupción del transito en un cruce de dos calles muy transitadas en el centro de la ciudad,-Nicolás de Piérola y Rufino Torrico- al colocar un árbol que es llevado a dicho cruce por ellos mismos. Una interrupción para hacer lugar a la reflexión acerca de la importancia de las áreas verdes en una urbe, que como Lima, participa del ecosistema del desierto en la costa central del Peru”. AdV.
 
Caretas /Setiembre 8, 2016
Pag 51


La SLMQG no puede acoger una obra tan amplia y compleja de un artista de la trascendencia de Williams.
 
Resulta oportuna la exposición de una selección de obras realizadas en los 36 años de trayectoria de Armando Williams, un artista que fue participe de los grupos formados a finales de los 70 en nuestro país para después derivar a una pintura y una grafica que se destaco por representar nuestro momento histórico lejos del panfleto y mas apegado a la reflexión.
Si la acción “Lima en un árbol” forma parte de la antología de nuestras intervenciones urbanas, gracias a la iniciativa de “Signo x Signo”, Williams también participó de manera activa en el trascendente grupo Huayco, donde se reunieron hombres y mujeres mas creativos y comprometidos de la época dejando una huella imborrable en el arte peruano.
Si bien su presencia fue fundamental en el colectivo, Williams también trabajó de manera solitaria como ocurrió con su “serie negra” que luego daría paso a las extraordinarias “Pasado, presente y futuro” de 1983 donde incorpora por primera vez en el arte peruano los síntomas de la violencia, como ocurrió con las torres eléctricas derribadas que unía a imágenes de la guerra interna, publicadas en los medios de la época.
De este mimo año es la serie “Fardos” que remite directamente al mito de Inkarri, ampliamente estudiado por Josafat Roel Pinedo, Efraín Morote Best y posteriormente por José María Arguedas. Se trata de la tradición oral andina que sostiene cómo las partes de Inkarri, despedazado por la conquista y enterrado en distintas localidades del Perú, volverán a unirse para ser de nuevo la cabeza del Tahuantinsuyo. “Cuando el cuerpo de Inkarri este completo, él volverá”.

La leyenda-en realidad es una metáfora sobre quienes somos- es la base para un tríptico en el que une la forma y la pintura expresionista de la época, que permite reunir los distintos tiempos de nuestro país, hasta que la cabeza viva de Inkarri” logre unificarse con las demás partes del cuerpo y dar lugar al renacimiento del Perú.

En 1984, Williams marchó a Nueva York donde permaneció tres lustros alternando el diseñ0 con el perfeccionamiento de la técnica, tanto en el Art Students League como en el Pratt Institute. De esta época son sus seis placas de cobre, manipuladas y alteradas por el acido, que son exhibidas como una de las piezas mas enigmáticas de esta revisión.

A su regreso a Lima, el artista vuelve a la imaginería interrumpida y hace una de las obras mas emblemáticas del los años 90, se trata del tríptico de 1996, cuyo gran formato retoma de nuevo el mito de Inkarri, pero añadiéndole la experiencia norteamericana, con pinceladas gestuales y las líneas que cortan las brumas de lo fondos (ver foto).
Pero la larga estadía neoyorquina se manifestó posteriormente en una serie de cuadros donde reunía lo mejor de las experiencias del expresionismo abstracto y la pintura del posconceptualismo que diera paso a la posmodernidad. Eran grandes formatos surcados por líneas de color sobre fondo blanco en los que no dejaba duda sobre los orígenes de sus planteamientos. Esas luces las llegó a hacer en luces fluorescentes con notables resultados, hasta que paulatinamente fueron derivando en paisajes hasta llegar al notable “Otorongo”(2005).

En los últimos tiempos las curvas con fondos de color rememoraban flores, en cuadro de madurez donde la belleza es aceptada con impudicia más allá del rechazo que esta suele causar a su generación.

Su actual refugio norteño ha permitido que, lejos de la dorada Lima, haga figuraciones expresionistas, que resultan testimoniales del Perú de hoy. “Gente del agua”, es un cuadro de familia que lucha por la supervivencia, en cambio el notable “Tambopata” es una denuncia contra la destrucción de nuestros bosques por la minería  informal. Ambos son  pintados libremente, con chorreados que complementan la pincelada y con un color restringido que privilegia el contenido de la imagen.

Esta muestra indispensable merecía una sala mayor. La SLMQG no puede acoger una obra tan amplia y compleja de un artista de la trascendencia de Williams. El apretado resultado así permite comprobarlo.

 
Caretas /Setiembre 15, 2016
Pags 50-51

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