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TEXTOS

HISTORIA DEL PERÚ
HILOS DE PODER

Escribe Andrea Cabel

Armando Williams (Lima, 1956), con sus 39 años de presencia artística en nuestro país, es, indudablemente, un referente obligatorio no solo de nuestra plástica, sino, me atrevo a decir, del necesario cuestionamiento y reflexión histórica que, como peruanos, debemos plantearnos. Tanto en sus casi 30 muestras individuales como en las 40 colectivas de las que ha participado, encontramos dos ejes que se reiteran, conversan y que nos entregan una variedad relevante de mensajes. Sobre ellos, la crítica no ha dejado de señalarlos: de un lado, la reflexión sobre nuestra historia (y con ello, sobre sus vacíos, contradicciones y protagonistas olvidados); y de otro, la relación que esta re-crea con la naturaleza que la sostiene.

Grito y denuncia, visibilización de silencios, resarcimiento y homenaje, abundante historia de nuestra Historia, confluyen en esta poderosa muestra compuesta por dieciséis piezas en las que encontramos, formalmente, el uso experto de tres técnicas (óleo sobre tela, impresión fotográfica, y colores sobre láminas de papel vegetal); y desde su fondo, dos planos de potentes narrativas temporales y políticas. En las líneas que siguen deshilvano los hilos que anudan las tres salas y los dos planos mencionados.

La primera sala, aunque breve en su extensión, es una de las más intensas debido a que “Paisaje” y “Paisaje Tambopata” (2017) marcan una ruta de lectura clave:  es notoria la falta del metal amarillo, de los cuerpos vivos de animales, de la vegetación, incluso, del mismo hombre destructor. Ambos paisajes resaltan el protagonismo de la carencia y configuran un grito dibujado que salta la representación y construye una narrativa propia de denuncia y reclamo. Es en esta línea que la “Ruda” (2017-2019), tan complejo como bello cuadro, contrasta con ambos paisajes y anuda la propuesta estética: está ella sola poblándolo todo, la vida ocupando la voz principal. Vida y muerte, grito y silencio: dualidades que conversan.

La segunda sala materializa en sus ocho piezas olvidos y resarcimientos simbólicos. “Tragedia” (2017) es una pintura basada en un grabado elaborado en 1984, antes de que el pintor viajara a Nueva York, donde residiría quince años. Sobre su composición, vale la pena subrayar que fue elaborada sobre una fotografía perteneciente a un reportaje que comunicaba el fallecimiento de decenas de fanáticos durante un partido de futbol en el Estadio Nacional en los 60s. No obstante, el giro que relaciona esta foto con los paisajes de la sala anterior, es la ausencia de la letra “r” en la palabra “Radio”. Este cuadro es la intervención de un anuncio de “Radios Philips”, en el que el protagonismo lo tiene la modernidad incompleta, fragmentada, cercenada (“Radios” sin “R”) que subraya la carencia, tal como en Tambopata.

A este cuadro sigue un “Díptico” (2019) que representa una multitud de caracolas marinas que se miran antecediendo la llegada del mar, y con ello, de un mensaje encarnado en “Playa Marbella, Ejército peruano, junio 2017” (2019). Esta pieza es fundamental para visibilizar los “hilos de poder” a los que apunta la muestra: cuatro jovencísimos soldados de entre 18 y 21 años fallecieron al ser obligados a nadar en un mar bravo. Junto a este cuadro encontramos dos impresiones fotográficas que son dos veces la misma. Primero una impresión fotográfica de la maqueta de Sarita Colonia, que realizara Williams a finales de los 70, cuando pertenecía al icónico grupo Huayco. Y al lado, el anverso de la misma, con las marcas de su elaboración. Estas nos invitan a retroceder en el tiempo: Williams junto con su grupo, Huayco, reflexionaba entorno a la importante migración andina a la capital. A modo de materializar su reflexión, colocaron sobre un cerro, a la salida de Lima, 12 mil latas de leche intervenidas en forma de gran mosaico. Esta enorme intervención sobre el cuerpo de la ciudad para visibilizar los miles de peruanos migrantes nos entrega una metáfora de la muestra: pasado y presente mirándose, hilando la historia.  
Finalmente, la sala concluye con “Fardo” (2017), una bisagra que une la denuncia claramente mostrada en la primera sala –y parte de la segunda– así como el resarcimiento, que será protagonista absoluto de la tercera sala. Para entender la importancia de “Fardo”, recordemos que en los años 80, el médico y museólogo Arturo Jiménez Borja decide abrir un fardo peruano en una feria mundial en Knoxville, Estados Unidos. Este evento, aclamado como un espectáculo mediático, generó una interesante polémica y con ella, un reclamo. El cuadro de Williams responde a la acción descubridora de Jiménez con el mecanismo inverso: cubre, aúna los tejidos desde el color, de tal modo que el cuerpo espectacularizado de la momia (y de nuestra historia) son resarcidos.
Coherente con el resarcimiento, la tercera sala festeja el centenario del descubrimiento de la cultura Chavín y con ella, Williams muestra el protagonismo de la planta alucinógena San Pedro. Es con este cierre que Historia del Perú propone una mirada llena de flashbacks hacia quienes fueron olvidados (migrantes, soldados ahogados, fardos descubiertos, cabezas alucinadas, paisajes amazónicos profanados, etc.) y propone un diálogo entre memoria, historia y naturaleza, del cual, somos todos, indefectiblemente, parte.  

Historia del Perú
Hilos de Poder
Exposición exhibida en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega
Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú.
19 de septiembre al 20 de octubre de 2019.

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