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TEXTOS
UNA CARACOLA
MARINA
Escribe Luis Lama
Eso es lo que ve en las magnificas pinturas de Armando Williams otro pintor admirable, Ricardo Wiesse. Esta conjunción de artistas, uno en el lienzo y el otro en el texto, es de escasos precedentes en el medio y sin duda los resultados han sido óptimos.
No sé –ni quiero saber– la relación de estas pinturas con las caracolas marinas. Quiero que esas líneas que surcan sus cuadros vayan adquiriendo en mi interior su propio contenido, apartándola de todo significado y de todo punto de partida. Aunque muchas veces es imposible hacerlo. La regla de oro aquí está presente y es inevitable pensar en Fibonacci, esa espiral dorada tan perfectamente calculada a la que llamaría “phi”.
Ese mar que Wiesse sugiere es norteño, producto de su larguísima estadía –con Doris Bayly– en Máncora, donde se dedicarían a vivir alejados de la turbulencia limeña y a enseñarle la libertad a sus hijos. Una estadía en el paraíso en la que los chicos terminaron amando al mar y a las olas, corriendo, creciendo, haciéndose hombres, mientras los padres tenían su propio tiempo su propio ritmo de meditación.
Armando Williams es indesligable de nuestra historia plástica desde los años 80. Vivió la convulsión de la época y dejó una obra magnífica que es el testimonio de la violencia vivida. Torres derribadas como símbolo de la derrota de un Estado incapaz de reaccionar con sabiduría ante el embate de Sendero. Ese pesimismo en nuestra cotidianeidad era representado por él a través del mito de Inkarri. “…la extinción de los monarcas incas asociada al ajusticiamiento de Atahualpa y Túpac Amaru II, fue creando la idea de un derrumbamiento cósmico que llevó a que la conquista fuese vista no tanto como uno de aquellos cataclismos que ocurrían cada 500 años y que se denominaron “Pachacutec”. Correspondientemente, poco a poco la muerte del inca ingresará al imaginario popular perpetuándose hasta nuestros días, ya sea en pinturas, representaciones teatrales, poemas o en el mito de Inkarri.” “el mesianismo andino. Juan M. Ossio
A mediados de esa década Williams marchó a Manhattan donde estudió en el Art Students League y en el Pratt Institute que marcaron definitivamente una importante influencia sobre su obra. Su estadía de unos 15 años en Nueva York también influyó en su modo de comprender la pintura. A su regreso en 1996 trabajó el tríptico de gran formato sobre Inkarri, como una suerte de saldo de cuentas del tiempo que duró su ausencia. Pero en las obras que se sucedieron ya no se apreciaban narraciones sino más bien una obra libre de significados y plena de color, donde el contenido basado en líneas que surcaban el lienzo nos remitía a lo mejor del posconceptualismo norteamericano del pasado fin de siglo. Esa etapa, sin duda difícil de aceptar por los que desconocían su lenguaje, derivaron posteriormente en algunas esculturas de luces fluorescentes que se exhibieron en la galería Lucía de la Puente.
Pero esos surcos liberados de significados paulatinamente fueron adquiriendo formas, convirtiéndose en paisajes, magníficas flores de impredecible belleza y, sobre todo, hay un cuadro que resulta inolvidable. Otorongo, que es quizás la pieza más compleja hecha desde su regreso.
En su antológica del 2016 en la Sala Miro Quesada regresó a la figuración con cuadros expresionistas en los que se avizoraba las posibilidades de nuevas vías. En realidad fueron solo dos cuadros que se exhibieron por necesidades impostergables. Gente de Agua y particularmente Tambopata, una denuncia de la depredación de nuestra selva que la irresponsabilidad gubernamental no contiene. Este cuadro fue la mejor pintura exhibida en la muestra Amazonia durante las exposiciones de ARCO en Madrid.
Hoy en Forum Armando Williams vuelve a la poética del color, las líneas, la libertad de interpretación y, ¿por qué no? A las variaciones de las caracolas marinas, a la perfección de sus formas, a su brillo y a los colores que de ellas surgen y se trasmutan recorriendo todo el espacio.
Esta es una muestra de madurez que resume las experiencias de un hombre que durante cuatro décadas ha estado presente en nuestro quehacer artístico. Armando Williams merece nuestro mayor reconocimiento.
Publicada en la Revista Careta el 18 de junio de 2019.
Tambopata fue la mejor pintura exhibida en la muestra Amazonia del ARCO Madrid.
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